Vacas lecheras

La vaca frisona (Holstein), la raza de vaca lechera más común en el Reino Unido, Europa y los EE. UU., ha sido seleccionada para producir cantidades muy elevadas de leche.

Durante el pico de lactancia, una vaca de alto rendimiento puede producir hasta 60 litros al día y hasta 12.000 litros en todo el período de lactancia. Esto ha causado una mayor incidencia de problemas de salud y bienestar, entre los cuales están la cojera, la mastitis y los trastornos metabólicos, junto con la infertilidad, que causa un índice más elevado de sacrificio selectivo. Las vacas lecheras de alto rendimiento normalmente se sacrifican tras tres o cuatro periodos de lactancia, porque su producción lechera desciende o porque padecen cojera crónica o acaban estériles.

Es un doloroso e importante problema de bienestar para las vacas lecheras en todo el mundo.

Las vacas pueden quedarse cojas como resultado de diversas afecciones asociadas con infecciones bacterianas como lesiones de las pezuñas, úlceras plantares, laminitis y dermatitis digital.

Las causas de estas afecciones pueden ser los suelos de baja calidad, los recortes ineficaces de los cascos, una alimentación de mala calidad o los periodos prolongados de pie en suelos de cemento.

Es una inflamación de la ubre como consecuencia de una dolorosa infección bacteriana muy habitual en las vacas lecheras.

La ubre de la vaca se puede infectar con bacterias que causan mastitis como resultado de la contaminación del equipo de ordeño o de la cama.

Las vacas que permanecen en establos durante largos periodos de tiempo tienen más probabilidades de desarrollar mastitis que las que pastan en exteriores, ya que estas están menos expuestas a patógenos ambientales.

Es un serio problema de productividad para los propietarios de granjas de vacas de alto rendimiento lechero.

Puede ser causada por deficiencias nutritivas, estrés o un cuerpo en malas condiciones físicas y, por tanto, suele ser un claro indicador de bienestar deficiente.

Algunas vacas todavía se atan en cubículos, lo cual implica un severo confinamiento. Cada vaca se ata individualmente con una cadena, una cornadiza de barras metálicas o una cuerda alrededor del cuello, hasta 24 horas al día durante la estación invernal (mientras que salen a pastar en verano) o incluso durante toda la vida. Las ataduras limitan severamente todos los aspectos de la conducta de las vacas: no les permiten relacionarse con otras ni hacer ejercicio y, en algunos casos, ni siquiera les permiten girarse para rascarse.

Las vacas pueden estar estabuladas permanentemente o tener acceso al pasto solo durante periodos limitados de tiempo (por ejemplo, durante el periodo seco, cuando la vaca no produce leche).

Las vacas se suelen alojar normalmente en instalaciones de estabulación libre, pero no siempre se les proporciona suficiente espacio de cama para acostarse, lo cual tiene consecuencias para su comodidad durante el descanso y puede causar lesiones en la piel y heridas.

Los terneros tienen escaso valor de mercado como raza de carne de vaca debido a la mala calidad de su estructura corporal y, como consecuencia, o bien se sacrifican poco después del nacimiento (en países en los que no se consume carne de ternera lechal, como el Reino Unido) o se crían para carne de ternera lechal, normalmente en sistemas intensivos.

Los terneros recién nacidos tienen un sistema inmune poco desarrollado y necesitan el calostro (la primera leche de sus madres, muy nutritiva) para obtener inmunidad pasiva antes de que se desarrolle su propia inmunidad.

Sin embargo, debido a que los terneros suelen verse apartados de sus madres poco después del nacimiento, su ingesta de calostro puede ser insuficiente o inadecuada, lo que da lugar a una inmunidad deficiente y los vuelve más vulnerables a infecciones y enfermedades.

Los machos criados para producir carne blanca de ternera son alimentados con una dieta a base de leche líquida, con un aporte de fibra insuficiente. Como consecuencia, sufren deficiencia de hierro, anemia y enfermedades entéricas.

Muchos terneros son separados de sus madres y alojados en cubículos individuales poco después del nacimiento. Este aislamiento les impide establecer contacto y formar vínculos sociales, reduce sus habilidades sociales y aumenta su miedo.

En Europa, los terneros lechales se suelen alojar en cubículos con suelo totalmente enrejado y sin cama hasta las ocho semanas de vida (e incluso más fuera de Europa, donde no existe legislación que establezca unos requisitos mínimos sobre alojamiento en grupo de terneros).

El transporte supone una experiencia extremadamente estresante para los terneros jóvenes debido a su falta de adaptación, ya que su sistema inmunitario y su capacidad de respuesta ante situaciones estresantes no están suficientemente desarrollados, lo cual causa unos índices altos de mortalidad.

Los terneros son propensos a sufrir estrés debido al calor o al frío, pueden sufrir magulladuras en las patas y suelen contraer enfermedades durante el transporte.

Se recomienda reducir la duración del transporte todo lo posible y limitarlo en todo caso a un máximo de ocho horas (incluyendo carga y descarga).

Fuera de Europa (donde esta práctica está prohibida desde 2007), todavía se crían algunos terneros en jaulas o se atan, lo cual implica una forma severa de confinamiento.